Rin x Len Capitulo 3: Deseo, amor, pecado
Esa noche de primavera se había vuelto peligrosa por dos almas que vagueaban por un mundo prohibido, un mundo donde se les estaba prohíbo entrar.
Len se encontraba en su habitación, solo, con los ojos cerrados por temor a que si los abría viera la linda figura de su hermana y no poder controlar el deseo que lo domina, que lo manipula. Estirado en su cama, sólo quería desaparecer, se sentía un monstruo, sucio, se encontraba perdido ¿Desde cuando se había vuelto así? No se reconocía, quería poseerla. Él mismo se avergonzaba de los pensamientos que se le pasaban por la cabeza. En esa habitación se encontraba un chico sediento de deseo para hacer suya una mujer prohibida para él.
Una linda y tierna figura se iba moviendo con agilidad por las diferentes partes de la casa, observando cuidadosamente cada una ellas, en busca de su tesoro más preciado , no entendía como había podido ser tan despistada, Rin se encontraba desesperada delante de esa situación, ese colgante que tanto ama ahora perdido, podría estar en cualquier lugar, tenía hambre, hacía ya tiempo que estaba saqueando la casa, buscando por todos los lugares, incluso los más remotos, se paró de repente y su mirada se dirigió a la puerta de la habitación de su hermano, por unos instantes pensó en la posibilidad de que se encontrara allí, pero inmediatamente se lo negó, continuó en busca de aquel pequeño y frágil tesoro.
Se quedo dormido, su pelo rubio estaba despeinado, miró el reloj, ya era muy tarde su hermana ya estaría dormida, era seguro levantarse mientras no se acercara a su habitación. Bajo las escaleras silenciosamente para no despertar la pequeña bella durmiente que seguramente ahora se encontraba en el mundo de los sueños, dónde no había peligro que existiera. Len sé quedó sorprendido al ver que su hermana se encontraba en el comedor, estaba dormida, que hermosa, pensó y una sonrisa traviesa se escapó de sus labios, el impulso de besarla recorrió todo su cuerpo, se mordió el labio pensando en cómo de dulce pero a la vez venenoso seria saborear la exquisitez de su hermana. Impureza, suciedad, pecado, asquerosidad, esas eran las palabras que se le pasaban por la cabeza al volver a la realidad, esa pequeña y inocente dama le había vuelto así de repugnante, caído y encerrado en esa prisión, era un prisionero condenado a vivir con ese dolor incurable y cruel por el resto de su vida, esos deseos y esos impulsos nunca desaparecerán de su mente, eso lo convertía en un ser vulgar, que no tenía ni la categoría de persona.
Se acercó lentamente hacia su hermana, se quedó observándola, el rostro de ella estaba lleno de ingenuidad, de sencillez, de sinceridad, su respiración hacia que el deseo de él aumentara por segundos, el dolor era agudo, no podía resistirse, una fuerza extraña, tentadora y mortífera se apoderaba de él, no podía evitarlo, todo su ser se entrego al demonio. Se iba acercando cada vez más a la gentil dama dormida, su corazón estaba ardiendo, ahora ya no podía liberarse de las cadenas de hierro, fuertes e irrompibles que lo ligaban incondicionalmente al pecado. Esta noche me apoderare de tu ser, de tu esencia, estos eran los pensamientos que resonaban con fuerza en el interior del chico, que ya había perdido todo control, no le importaba nada, sus ojos estaban observando fijamente los labios de ella, hasta que se unieron en un dulce beso, magia y deseo corrían en la sangre de él, quería que la esencia de ella quedara invadida por la suya.
Rin se despertó agitada, había tenido una pesadilla, miró a su alrededor, se encontraba al comedor, se había quedado dormida allí después de estar horas buscando el colgante, se sentía estúpida ¿Como le podía dar tanta importancia a un objeto que había sido regalado por alguien que ahora solo la ignoraba, que le hacía daño? Pero, con indignación, aceptó que ese mismo inútil era el causante de sus noches sin dormir, era quien ocupaba su mente la mayor parte del día y sobretodo hacía que ella delirara intensamente por él. En su corazón sentía dolorosas punzadas, amor prohibido, eso era lo que se le pasaba por su mente, pero ¿Quién decide lo que está prohibido o no en este mundo? Dejo ir un suspiro de desesperación, ya no sabía cómo actuar o que pensar, era como una especie de individuo sin vida vagueando por un mundo sin sentido. Poco a poco la tierna chica se iba despertando, y empezando a darse cuenta de la situación en que se encontraba, se quedó paralizada, sin palabras, ahora su mente estaba en blanco, allí a su lado, abrazándola, se encontraba el dueño de su pequeño y diminuto corazón que ahora latía con fuerza, notaba su respiración tan cerca que la dejaba sin aliento, y entonces el silencio que rengaba en esa casa desapareció con el tímido pero amable susurro que su hermano le regalo. Rin se ruborizo, quería huir de allí, y al mismo tiempo deseaba permanecer en los brazos de ese bello chico.
El ambiente estaba calmado, dos almas se encontraban unidas por un deseo prohibido, susurros y risas jugueteaban en el salón de la casa, Rin observaba detenidamente cualquier gesto que hacia su hermano, y él se limitaba a acariciar su pelo y sus mejillas rojizas. Las miradas de los dos cada vez se hacían más intensas, cada vez se veía con más claridad lo que en realidad estaban buscando. Len fijo sus ojos en el rostro de ella, que linda se veía, tan sonrojada, que hermosa, el impulso de correr baño su conciencia, dejando atrás a la bella chica, pero no quería, ya había caído en la tentación, ya no le serviría de nada actuar tal y como lo había hecho estos últimos años, quería continuar abrazándola y susurrándole palabras dulces.
Len acerco su rostro al de ella, Rin se ruborizó aún más, unos segundos más tardes en esa habitación dos personas estaban sumergidas en un beso mágico, apasionado, prohibido, el pecado ya se había cometido por segunda vez, pero ahora los testimonios eran las dos almas ardientes. Rin sentía como el deseo se apoderaba de ella rápidamente, no tenía tiempo para pensar ni retroceder, estaba allí besándose con él, con Len, con su amado, no le importaba el hecho de ser hermanos, su corazón estaba acelerado, le costaba respirar, una calidez invadía todo su cuerpo, con sus frágiles y delicados brazos rodeo el cuello de él con el intento de transmitirle ese sentimiento que se acumulaba desde hace tiempo, que crecía y aumentaba en su interior, le quería hacer llegar la voz de su corazón que decía: Recibe mi regalo.
Mientras tanto a fuera, en la calle, reinaba el sonido de las campanas de la vieja iglesia, el frio invadía toda la oscura y solitaria ciudad. La brisa rozaba la piel blanca de la chica del pelo azulado, estaba sentada, escuchando atentamente el sonido de las campanas que hacían que esa ciudad recobrara la vida por unos segundos intensos. Tenía los ojos cerrados y en su mente transcurrían lentamente cada uno de los recuerdos de aquellos días en que ella era feliz, cuando jugueteaba ingenuamente y alegremente con aquel chico que quedó grabado en su corazón, esos recuerdos eran como un veneno mortal para ella, nunca ha podido deshacerse de ellos, y una esperanza irreal hacia que tuviera la ilusión que el día menos esperado lo reencontrara, pero a sí misma se decía “estúpida ingenua”. Abrió lentamente sus ojos y fijo la mirada en ese cielo oscuro e inmenso, atraído por la luz de la luna y bañado por estrellas parpadeantes, seguramente él se encontrara, al igual que ella, allí debajo, eran dos individuos separados por el cruel destino, suspiró, y pensó “Algún día”.